Transitar de la Regulación y Control Urbano al Plan de Urbanismo Estratégico
La planificación
urbanística como herramienta persigue modelizar el desarrollo del territorio, y
está sujeta a los paradigmas modernos de gobernanza: burocracia y gerencialismo[1].
Cada paradigma establece una manera de gestionar el Territorio-ciudad.
La globalización
trastocó las formas de enfocar la planificación urbanística, perturbó las nociones
de programación temporal. El tiempo ha sido comprimido y los actores de la
ciudad platean inversiones que obedecen a escenarios cambiantes.
En Nicaragua observamos
un modelo urbanístico burocratizado, apoyado en criterios de legalidad, que
tiene como premisas la reglamentación apoyada en el formalismo escrito de las
comunicaciones, relaciones impersonales, escalonadas y tendentes a procedimientos
estandarizados. La ilusión de este modelo de gestión consiste en pensar que la
norma, control y regulación pueden solucionar la complejidad urbana. Los “funcionarios” creen estar limitados a
la aplicación y seguimiento de procesos establecidos en reglamentos. Con estas
disposiciones se cree garantizar “igualdad”
entre ciudadanos y homogenizar el control del territorio.
La forma urbana en
la ciudad de Managua muestra que estas herramientas son ineficiente para
responder al crecimiento acelerado de la ciudad. El control y regulación urbana
son pautas obsoletas, que pensadas para el desarrollo urbano resultan estáticas.
El modelo urbanístico burocratizado funcionó correctamente durante la economía creciente
y sostenida del periodo histórico conocido como <boom algodonero>. En
esta etapa de evolución de la ciudad, el crecimiento de la ciudad era
fácilmente previsible, y la demanda de servicios ciudadanos no desbordaba la
capacidad de las administraciones.
La postura ceñida a
la regulación y uniformidad urbana es ineficaz cuando la demanda de servicios
es alta, diversificada, compleja y está sujeta a factores externos como los
introducidos por la globalización. En contextos complejos funciona mejor la
actitud estratégica frente a la letra muerta de las regulaciones genéricas y
estáticas de la norma. Esta es la posible razón del fracaso de reglamentos,
normas y esfuerzos administrativos para gestionar el territorio. El urbanismo que
padecemos en la actualidad en Managua no es capaz de elaborar proyectos urbanos
y definir las morfologías adecuadas para el espacio público, parece estancado
en la comodidad de la mancha abstracta, inherente a los usos del suelo y el
zooning.
El paradigma gerencial apareció sobre todo en los
países desarrollados con la crisis económica mundial de inicios de la década
setenta, que obligó al Estado a
reducir el gasto público a través del modelo empresarial. Funcionó para
conseguir resultados bajo el lema de gasto mínimo, eficacia y eficiencia. El urbanismo enfrentó el clientelismo y
adaptabilidad a intereses particulares. La administración, percibió “consumidores” en lugar de ciudadanos. La
exclusión de los pobres trajo desigualdad, exclusión, malestar social y falta
de confianza en el gobierno.
Actualmente, la
interdependencia y el trabajo en red de múltiples actores demandan a la
administración local disposiciones pro-activas.
El mercado mundial minimizó fronteras y superó las políticas internas; creó un
contexto de escenarios dinámicos. La
planificación estratégica aporta herramientas capaces de incidir en las políticas
públicas de gestión de la ciudad. El urbanismo debe reformularse preguntas
estratégicas sobre el contexto, dificultades y potencialidades del proyecto
Territorio-ciudad.
La alta exposición
de las ciudades a las dinámicas globales y la difícil previsión de escenarios en
el desarrollo local han llevado a seguir la aptitud de adaptación a las demandas del mercado global.
El desarrollo
actualmente está sometido a una gobernanza compleja descrita como malla multidimensional de intereses y
relaciones diversas. El buen gobierno puede ser alcanzado por <inducción, negociación, convencimiento y
liderazgo[2]> por
medio del urbanismo estratégico.
La regulación,
control y programación en la planificación urbana resultan en la actualidad ineficaces. El urbanismo
para ser efectivo ha de ser estratégico, y ello depende de la adopción de una
visión integral. Para trazar estrategias necesitamos un enfoque comprensivo
de la realidad, actores y tipo de relaciones. Es imprescindible compartir un
modelo -Plan urbanístico- para guiar el desarrollo de manera equilibrada entre
la tensión global y local.
Napoleón Guerrero Flores
Máster en urbanismo
por la Universidad Politécnica de Cataluña
Profesor de la
Universidad Nacional de Ingeniería
Escrito publicado 3 de abril de 2015
[1] CENTELLES (2014). La gobernanza, bases del buen urbanismo. En: LLOP (2014).
Gestión y transformación de las ciudades en países en desarrollo. Ed. Milenio.
Barcelona. P. 17-35
[2] CENTELLES: 2014
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