El déficit del espacio del peatón en la calle es un indicador de la necesidad de una intervención global en el Sistema de Espacio Público de Managua.
En la actualidad, la ciudad de
Managua es objeto de una serie de intervenciones puntuales en el espacio
público o sistema de espacios libres territoriales y urbanos. Recientemente,
tras varios meses de obras ha sido terminado el paso a desnivel de Rubenia.
Además, siguen en proceso de terminación la construcción de las nuevas paradas
de autobuses que fueron noticias un par de meses atrás. También hemos visto
finalizar con éxito la intervención de mejora en muchos parques urbanos en el interior de los tejidos residenciales que
conforman nuestros barrios. Sin duda, estas operaciones vienen a dar calidad de
vida a todos los ciudadanos y son muestra innegable del proceso de urbanización que experimenta la capital desde varios
años atrás. Este proceso es amplio y tiene otras escalas de intervención, como
ejemplo, la instalación de una red de semáforos inteligentes y el proyecto de
ciudad del futuro Estadio de Béisbol, proyectado en un área urbana que se está
perfilando desde hace décadas como una de las centralidades más representativa
de la nueva Managua, reuniendo edificios particulares como la Catedral, el
tradicional Centro Comercial y Hotel Intercontinental de Metro-Centro.
La observación de estas
intervenciones en el espacio público platea la necesidad de una reflexión
profunda sobre el sentido y los conceptos básicos de esta praxis. Parece
intuirse una estrategia de operaciones puntuales sobre ámbitos determinados que
presentan conflictos agudos en la vida ciudadana y sobre todo, en el tema de la
circulación vial. Sin embargo, surge de esta misma praxis urbanística la
necesidad de preguntarse por la totalidad del problema: ¿Es suficiente la implantación de rotondas para mejorar la circulación
vial e ignorar la circulación peatonal en la solución de las mismas? ¿Basta con
mejorar tecnológicamente la red de semáforos y mejorar las condiciones de
resguardo en las paradas de autobuses? No cabe duda que estas
intervenciones han sido claves en la mejora de la eficiencia del transporte y
la circulación de la ciudad, pero al mismo tiempo, parecen ser parciales en la
medida que dejan fuera varios aspectos relativos a la complejidad del Sistema
de Espacios Públicos Urbanos y Territoriales.
Recordar que la característica
esencial del Espacio Público es que
ha de conformar una red o sistema continuo extendido a la totalidad del área
urbana. Esta definición puede aclarar y orientar futuras intervenciones. En
otros textos se ha señalado la necesidad de una visión holística de la ciudad,
en la que todos los sistemas, componentes y elementos de la estructura urbana
son concebidos como unidad orgánica en equilibrio con la matriz natural del
territorio.
Ampliando esta idea podemos
señalar algunos aspectos del rol que debería desempeñar la red de espacios
públicos (territoriales y urbanos) en nuestra capital:
-Los espacios públicos han de establecer la
relación espacial de conectividad y continuidad entre la zona urbanizada y el
territorio. Aquí cabe preguntarse cómo se estructura este sistema en el
interior de Managua. ¿Qué solución de continuidad y conectividad espacial hay
entre el sistema natural de lagunas volcánicas
que conforman Nejapa, Asososca y Tiscapa? A nivel natural y paisajístico son innegables
los valores patrimoniales de estos ámbitos. Sin embargo, desde la idea de
ciudad peatonal (amable y amigable) no existe ningún recorrido o itinerario
articulado, que bien puede servir como soporte y pretexto del crecimiento
turístico de la ciudad. Podríamos, también, hacer extensible esta primera
reflexión a otros elementos del sistema de espacios territoriales como el litoral del Lago, la sierra de Managua y las planicies del valle de Tipitapa. Al mismo tiempo, observemos que como elementos
continuos, las calles se extienden fuera de la ciudad en forma de carreteras,
caminos históricos, rurales; y también, en otros elementos geográficos
naturales como ríos, quebradas, causes y barrancos. La extensión de estos
últimos elementos en el interior de la zona urbana es una oportunidad para
crear un sistema articulado de paseos
arbolados y parque lineales.
-Los espacios públicos son el soporte
funcional básico de la movilidad interna (urbana y territorial) en tanto son
los canales urbanos o vías rurales por donde nos desplazamos de un lugar a otro
en la ciudad, o de un sitio natural a otro en el territorio abierto.
Preguntémonos sobre ¿Cuál es calidad de
este soporte en nuestra ciudad capital? En el área interurbana pueden
establecerse diferentes categorías de calles, según su jerarquía vial o según
la significación simbólica y de actividades en la escala de la ciudad, distrito
y barrio. Debemos enfatizar que la calle en tanto espacio público no puede
seguir siendo conceptuada parcialmente como curso vehicular. Rescatar la calle
implica tomar consciencia de su complejidad. La calle además de soportar la
vialidad vehicular es un espacio de encuentro ciudadano y actividades sociales
y comerciales. Cada calle tiene su propia identidad, además de compartir los
elementos básicos de su construcción (caja vial, espacio de peatonal, espacio
bici, espacio de instalaciones e infraestructura, espacio de mobiliario urbano
y espacio del arbolado), y en esta sumatoria de requerimientos, ¿por qué no?
incorporar el espacio de la actividad informal como un episodio consumado en la
experiencia de urbanización latinoamericana.
-Por otra
parte, significativamente el espacio
público en cualquiera de sus formas cumple con la función de proporcionar
acceso al espacio privado. Sin lugar a dudas, es la referencia de la
parcelación del suelo para la edificación en general, privada y pública. Sin
las prestaciones funcionales del espacio público en general en sus diferentes
morfologías: avenidas, bulevares, paseos, calles comerciales, pasajes
residenciales, y en sus otras formas, como espacios centrales: plazas y
parques, no podría estructurarse el entramado o tejido urbano y simplemente, no
podrían existir accesibilidad, iluminación y el continuo de las fachadas que
conforman las manzanas y la imagen de la ciudad.
Una vez
definidas las funciones del espacio público y más específicamente de la calle,
reflexionemos sobre la realidad de esta morfología urbana en Managua. Un
recorrido rápido muestra la deficiencia de la acera y la prevalencia del
vehículo, con una proporción de espacio mayor dedicada al tráfico vehicular. El
problema no es solamente la carencia de aceras y su precariedad. Hay un tema de
concepto, que agrava el problema peatonal y la práctica fragmentación de la
acera debida a la falta de planificación espacial (ergonomía) de la misma. Para
muestra invito a un análisis rápido del acceso al antiguo Hospital Militar, hoy
todavía en funciones. En este ámbito urbano, las últimas reformas del espacio
público cercenaron el acceso seguro para los peatones. Nos preguntamos: ¿Cómo es que la misma administración es
incapaz de cumplir las normas de accesibilidad y los principios de la ciudad
peatonal que ella misma establece? ¿Qué ejemplaridad estamos proyectando en la
construcción de la ciudad? Por otra parte, si nos detenemos a pensar,
vivimos en un país donde las mayorías viajan en transporte público. Entonces,
por qué no pensar y construir la ciudad para todos, y frenar la agresión que
provoca la velocidad e invasión de las "Hilux" doble cabina en el
espacio del peatón, por otro lado casi inexistente.
Las
infraestructuras (postes de luz y rótulos) reafirman la discontinuidad y falta
de conectividad espacial del espacio público. Los aspectos positivos de
nuestras calles están en el verde, como lo afirman expertos urbanistas
latinoamericanos cuando sostienen que Managua es una de las ciudades más verdes
del continente. En los países desarrollados, la cuneta soporta la acera, en Managua
la acera existe gracias a la robustez de nuestros árboles, cuando estos son
respetados y despliegan su natural y frondosa sombra.
-El espacio público tiene también funciones
estéticas en la planificación y crecimientos de la ciudad. Contribuyen a cumplir aquellos principios señalados por
Kevin Lynch[1] en su
teorización sobre la ciudad americana: orientación, significado e identidad. Es
decir, la buena forma del espacio público en cualquiera de sus tipologías, hace
posible "la expresión y percepción
interna de la forma de la ciudad" (ESTEBAN: 2001). Las
diferentes tipologías del espacio público hacen posible concretar variantes,
jerarquías, diferentes formas de articulación de los tejidos urbanos y
focalizaciones para los monumentos que configuran el trazado de la ciudad y el
paisaje urbano.
-Finalmente,
podemos señalar una función menos visible pero importante. El espacio público y en especial el espacio de la calle, soporta la
instalación de todos los servicios de infraestructura técnica (agua, electricidad
y evacuación) como ya sabemos. Sin duda, las infraestructuras urbanas de
evacuación y abastecimiento son los servicios que distinguen la ciudad del
campo y garantizan la calidad de vida de sus habitantes. Esta función de la
calle es un punto de reflexión valioso para Managua en toda su extensión. En
los espacios urbanos no consolidados hace falta completar estos servicios, y en
los nuevos espacios de extensión, es necesario tener en cuenta el criterio de
compacidad y continuidad de la trama urbana para garantizar un consumo racional
del suelo, y evitar el consumo energético desmedido provocado por el
emplazamiento discontinuo de las nuevas urbanizaciones residenciales y la
ciudad construida en racimos exentos y alejados de las zona urbana consolidada.
Una cosa tan obvia y de tanto sentido común, como es el crecimiento contiguo y
compacto de la ciudad debería reflejarse como principio de la Ley de Ordenamiento Territorial. Sin
embargo, en el proyecto de la Ley del suelo de Nicaragua, el Régimen o Clasificación del suelo, aparece señalado
tímidamente. Pero, este punto sería motivo suficiente para otro artículo.
Para concluir, es necesario
señalar la importancia y urgencia de la toma de consciencia por parte de los profesionales
que proyectan y gestionan la ciudad, ya que el espacio público en cuanto es una
categoría urbanística, estructura y sustenta la ciudad y su espacio social. La
forma de la red de espacios públicos y la pertinencia de sus jerarquías y
disposición no puede ser abordada como una parte residual del diseño urbano. Quienes
definen y gestionan el espacio público debería estimar que un parámetro
cuantitativo en la configuración de la calle, recogido de experiencias
ejemplares, señala que al menos el 50% de la superficie de la misma cumple
funciones distintas a la circulación vial, es decir, que es espacio dedicado al
peatón, la vegetación y el mobiliario urbano.
Un cambio conceptual positivo en
la manera de abordar la gestión y el diseño del espacio público de la ciudad
enfatiza que el espacio público es reflejo de la vida social y cultural. La
acera no es el negativo de la caja vial. La calle no es un curso o flujo
vehicular, únicamente. La calle es el lugar privilegiado del encuentro social,
la sede de las expresiones de la cultura urbana, el lugar donde se producen
interacciones ciudadanas, el sitio de manifestación del tejido social y las
organizaciones civiles. La calle es el territorio donde la economía informal
hace posible la subsistencia de los desempleados.
El espacio público imprime
carácter y sentido simbólico en la percepción de la ciudad. La calle es mucho
más que simple flujo de vehicular, en su espacio compuesto por la acera y
configurado por las fachadas de los edificios, se extienden las redes de
servicios, tiene lugar el ocio, esparcimiento y el juego de los niños, que son
el futuro de la nación. Atendiendo a lo qué es la calle en sentido holístico,
cabe señalar que simultáneamente a la automatización del sistema de semáforos
debería garantizarse el espacio vital del peatón y el árbol, el conjunto de las
señales en especial los pasos cebras, el mobiliario urbano y el buen estado de
los andenes, cunetas y manjoles. En esta misma línea es necesario
responsabilizarnos como profesionales sobre el buen dimensionamiento de las
nuevas paradas de autobuses, donde se observa poca precisión en la solución de
los aspectos ergonómicos, funcionales, espaciales (disposición respecto a la
línea de fachada y tamaño de las mismas). En consecuencia estas intervenciones sobre
el espacio público dejan, hasta hoy, en último lugar las necesidades y requerimientos
del peatón.
BIBLIOGRAFíA
ESTEBAN (2001). La ordenación urbanística: conceptos
herramientas y prácticas. Barcelona. Ed. Diputación de Barcelona.
LYNCH (1984) La imagen de la ciudad. Barcelona. Ed. Gustavo
Gili.
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